“En la casa de mi Padre hay muchas viviendas; ...”.
Juan 14:2 (NBV)
Es fácil ver al mundo que nos rodea y ser consumidos por la preocupación, el temor y la ansiedad. Desde que era niño, he escuchado canciones, sermones y soliloquios acerca de escapar de este planeta terrible. Como yo, tú podrías estar anhelando el día en que estarás cara a cara con el Señor en el cielo. Pero lo maravilloso es que cuando le entregas tu vida a Jesús, recibes inmediatamente un residencia nueva; no es algo que sucede después de un tiempo o en un futuro distante. Estás en casa ahora mismo.
Jesús dijo: “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar” (Juan 14:1-2, NBV). ¡Y eso es exactamente lo que Jesús hizo! Él murió en la cruz, resucitó y fue al Padre para preparar tu hogar celestial eterno. Y si Jesús es el Señor de tu vida, estás viviendo en ese hogar eterno ahora mismo porque Dios habita en ti.
Antes de que Jesús fuera a preparar un lugar para ti y para mí, Él dijo: “El que me ama, obedece mi palabra. Por eso, Dios lo amará y vendremos a vivir con él” (Juan 14:23, NBV). Cuando pones tu fe en Jesús, estás en Él y Él está en ti. Jesús envió a su Santo Espíritu a vivir en ti y a guiarte a través de cada tormenta en tu vida. Y el Señor te ha invitado a habitar en su casa, justo aquí y justo ahora. Al igual que el padre que le dio la bienvenida a casa a su hijo pródigo, Él nos da la bienvenida a casa con los brazos abiertos y con un amor incondicional.
Una de las cosas más hermosas sobre la Iglesia es que todos tenemos el mismo hogar; todos nosotros residimos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Estamos en casa con Dios y Él está cómodo con nosotros. Somos hermanos y hermanas en Cristo viviendo en la misma casa. La Biblia dice que juntos somos una “casa espiritual” para Dios (1 Pedro 2:5). Hay paz en medio de la tormenta que nos rodea. Hay un gozo que prevalece a pesar del dolor. Hay esperanza, hay amor y hay descanso. Y todo se encuentra en la casa del Padre. Cuando el mundo se desmorona a nuestro alrededor, podemos animarnos mutuamente con la verdad de que estamos sobre tierra firme en la casa del Padre.
Así que si has elegido a Jesús, recuerda que ya estás en casa. Él puede hacer cosas maravillosas en ti y a través tuyo porque estás bien con Él y Él contigo. Puedes experimentar milagros profundos porque el mismo poder que habita en Jesús habita en ti. Puedes libremente extenderles la misericordia de Dios y ofrecerles su amor y perdón a quienes te han lastimado porque estás en Dios y Él está en ti.
Cuando vives en Dios, puedes experimentar personalmente todos sus beneficios diarios. Tu vida puede llenarse de la paz, el gozo, la esperanza y el amor sobrenaturales porque Dios está contigo. Y debido a que Dios vive en ti, los demás pueden recibir esos beneficios a través tuyo. Todo esto es una parte (sobre)natural de vivir con Dios. Puedes pasar cada día en una relación íntima —más que cercana— y amorosa con Él porque tu vida está en la casa del Padre. Y tal como David escribió en el Salmo 23: “en la casa del Señor moraré por largos días”.
¡Bienvenido a casa!
Oración
Jesús, gracias por darme un hogar eterno maravilloso contigo, con el Padre y con el Espíritu Santo. Gracias por preparar un lugar para mí. Estoy agradecido de vivir en ti y que tú vivas en mi aquí en la tierra. Estoy en casa. Gracias, Padre, por acogerme en casa. Y gracias, Espíritu Santo, por vivir en mí. En el nombre de Jesús, amén.
Activación
- Lee los versículos listados en “para aprender más” y toma nota de las muchas maneras en que Dios habita en ti, te fortalece y provee para todas tus necesidades.
- Medita en todos los beneficios maravillosos de Jesús, el Padre y el Espíritu Santo viviendo contigo, y crea puntos de alabanza con base a sus promesas para estar contigo.
- Agradece a Dios por las formas en que Él ha estado contigo en los momentos difíciles y te ha llenado con su gozo y su paz.
Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?